02.11.2020

Seann Brackin, el pintor que se pregunta cómo aprender a respirar bajo el agua

Foto: M. Cuéllar.

El artista estadounidense Seann Brackin (Rock Springs, 1976), que ha crecido y vivido a caballo entre Wyoming, Colorado, Nuevo México, Portland (Oregón), Los Ángeles y St. Louis (Misuri), desembarca ahora en Madrid con una exposición de pintura abstracta en la que deja sus aventuras por el espacio para aprender a respirar bajo el agua, metáfora de esta nueva realidad pandémica que nos obliga a replegarnos sobre nosotros mismos. A respirar incluso nuestro propio aire.

Cuando en la galería Mad is Mad descubrimos a Seann Brackin en 2008 era fácil verlo surcando las calles de Madrid con su monopatín. Había llegado de Estados Unidos y se desenvolvía bien en el universo, eminente y descaradamente joven, del skate-arte urbano-cómic. Nos propuso meter en nuestra galería coloristas naves espaciales hechas de cartones reciclados que transmitían el desparpajo del mito de la sociedad norteamericana, ese de hazlo por ti mismo / cree en lo que haces. De hecho, es como él ve el arte norteamericano frente a la contención europea: “Allí aprendemos a darlo todo, a arrojarnos, a lanzarnos en un torbellino de energía, al ‘puedes ganarlo todo’… O perderlo todo, como también pasa, claro”.

Llenó Mad is Mad de naves de cartón dispuestas a conquistar el espacio.

Después, en 2012, Seann se marchó a vivir con su compañera a Australia, a Sídney. Volvieron a Madrid en 2019 y Seann propuso llenar de nuevo Mad is Mad con su luz, esta vez en forma de lienzos al óleo.

En la exposición inaugurada el 22 de octubre y que podrá visitarse hasta el 28 de noviembre, vuelve a haber esa explosión de color y energía que asociamos con los artistas y la vida de Los Ángeles (residencia que alternaba con Madrid el año pasado, hasta que en 2020 llegaron las restricciones de movilidad), frente a la a menudo oxidada Europa.

Pero hay algo más. Deja atrás sus cuadros llenos de aire y espacios en blanco que pueden verse en los fondos de la galería que le representa en California, Louis Stern Fine Arts. Ahora hay más elementos, más abigarramiento, más colores en armonía (y a la vez, tensión). Seann reconoce que los 14 lienzos que expone (más obra en papel) han sido pintados (o terminados de pintar, porque con algunas obras puede estar hasta dos años, tal es su obsesión por el remate final; “puedo pasarme días y días dándole vueltas a una mancha concreta”) durante este año de confinamiento y semiconfinamiento en su pequeña casa de Lavapiés (en la calle Primavera, no podía ser en otro sitio, de acuerdo con lo que desprende su luminoso espíritu), sin viajes a Los Ángeles.

Foto: M. Cuéllar.

Esa mayor densidad en las composiciones responde a sus emociones durante esta pandemia: a la saturación de información, tantas malas noticias que se amontonan en nuestra cabeza procedentes desde todo el mundo. Sin dejar casi aire. Resquicios. “Apenas queda espacio para otro tipo de emociones”. Y de este sentimiento surge el título de la muestra: Aprendiendo a respirar bajo el agua, que expresa esa sensación de claustrofobia, de agobio, de ahogamiento, pero también de buscar una salida… Aprendiendo a respirar en estas condiciones, bajo el agua, en una opresora (y muy Bill Viola) metáfora de cómo este coronavirus nos dificulta respirar, respirar en todos los sentidos, en lo físico, en lo económico, en lo social, en lo afectivo.

Y aunque Seann Brackin opina: “Con la abstracción, siento que puedo dejar espacio a la novedad y la honestidad visual, y generar un territorio en el que cada uno entra y participa a partir de su propia velocidad y de sus propias experiencias”, uno no puede dejar de ver ese mundo sumergido como un espacio encogido a pesar de unos azules que engañan pareciendo infinitos y expansivos. Pero no lo son. Ese espacio en el que vivimos desde marzo.

Foto: M. Cuéllar.

Aprendiendo a respirar bajo el agua se compone en esencia de esa serie de cuadros de pequeño formato de agua, y de otros cinco de mediano y gran formato que remiten a su mundo espacial (herederos de aquellas naves espaciales de cartón para conquistar el Universo). Un mundo en el que podemos escudriñar soles y viajar entre planetas o asistir al Big Bang del que partió todo lo que conocemos, todo lo que ha existido, existe y existirá.

Seann Brackin nos pone delante de esa dualidad. Dibuja, por un lado, ese espacio encogido –el reverso, la moviola del Big Bang– en que vivimos con esta pandemia, que nos obliga a respirar de otra manera (respirar incluso nuestro propio aire aprisionado por la mascarilla, replegarnos sobre nosotros mismos, en nuestras casas, en nuestras burbujas). Por otro lado, ese Universo infinito, inabarcable, en expansión sin fin, ese Todo que relativiza todo, esa idea de cómo atrapar la inmensidad desde una casa con dos balcones en la calle Primavera y un país en estado de alarma.

Foto: M. Cuéllar.