Potasio + Subí, subí, subí

Potasio

Cristóbal Tabares y Pablo Álvarez

De frecuente consumo entre deportistas y fisicoculturistas, el plátano es uno de los pocos placeres culinarios que un cachas puede permitirse. Una ofrenda de las deidades que sólo crece en climas subtropicales, en suelos húmedos y fértiles y que, además de contener carbohidratos de calidad, es rica en fósforo y potasio. Y un símbolo erótico.

Tecleamos la palabra “plátano” en GooglePor una de esas casualidades, el décimo link muestra que el nombre científico del plátano es “Musa × paradisiaca” (o “Musa paradisiaca”). En un mundo hiperconectado y bajo el yugo de la actualidad, inmersos en la “cultura mosaico” como la denominaba Abraham Moles, en la era de la cultura cibernética en la que se confunden permanentemente los “significados-significantes” -de modo que los objetos cotidianos se convierten en míticos, como anticipaba Roland Barthes-, Google muestra una noticia sobre la nueva temporada de Zara, que presenta este verano una línea de camisetas con la marca “plátano de Canarias”; aparecen Annita y Becky G, que llevan 40 millones de reproducciones pidiendo banana; Alaska y Mario en Antena 3 tocando un piano hecho con plátanos; y un movimiento de Instagram de hashtag #bananaselfie, que pide que se devuelva un vídeo de 1975 en el que la artista Natalia LL aparecía comiendo un plátano y que fue censurado por ser calificada de “obscena” por el Gobierno y retirado del Museo Nacional de Varsovia. 

Algunos, los que no sean nativos digitales, puede que recuerden los tocados de Carmen Miranda, la película de Woody Allen, aquella gran discoteca hoy abandonada de Valencia, la marca Banana Republic, las obras de Botero o Basquiat y que los árboles a los que se encadenó la baronesa en el Paseo del Prado son también bananos… el Thyssen alberga un Bodegón con plátanos (1909) de Raoul Dufy, el Reina Sofía cuelga la obra pop La Banana è buona de Julian Schnabel (1988), original de la colección que cedió hace poco Soledad Lorenzo, y el Prado, los Plátanos de Ginés y Ortiz (1910). 

Desde luego, teniendo en cuenta el lugar en que nos encontramos, la imagen icónica en mente sería la de la portada del disco The Velvet Underground & Nico  de 1967 hecha por Warhol, aquel plátano con una flechita y la instrucción de “pelar lentamente y ver” [“Peel slowly and see”] para descubrir un plátano rosa en el interior. Sin duda, Warhol sabía que el plátano, destinado a ser mito del vocabulario pop, era un símbolo de los movimientos contraculturales por su alusión a la liberación sexual y porque parece ser que se creía la cáscara seca de los plátanos se podía fumar como droga, temas ambos incluidos en las canciones del disco. 

Abre el WhatsApp. ¿Está el plátano entre los emojis que utilizas? Busca, entre tus contactos, alguien a quien enviarle una fotografía de tu obra favorita de esta exposición. Sube algo a Instagram (etiqueta a Cristóbal Tabares y Pablo Álvarez). Hay mitologías en estos plátanos que cuelgan de las paredes de esta galería en un Madrid abierto y libre. Hay un plátano que travestiza unas Nike, hay dos plátanos amarrados por una lazada de cordones, hay una montaña de zapatillas unisex, y sobre ellas, un plátano. Hay quien disfruta comiéndose un plátano, cerrando los ojos o mirándote, hay plátanos apoyados sobre ropa interior, en el banco del gimnasio o en otro lugar… Hay fetiches de diferentes múltiplos y también pop, hay tres plátanos, hay muchos plátanos, hay un plátano. Bienvenido al paraíso. 

Rubén Fernández-Costa

Subí, subí, subí

Sofía Idoia

El vértigo también se puede generar por la atracción de la ingravidez al mirar hacia arriba. En este caso, el vértigo es pilotado por la imaginación.

‘Vértigos’

Vértigos son micropoemas visuales expresados por el universo de un inconsciente que se doblega a una imagen, que hace mapa con ella a través de la metáfora.

Imágenes que por medio de un personaje femenino plantean una reflexión acerca de las dudas existenciales del ser humano. En ocasiones es el propio dibujo el que se cuestiona su existencia y los límites de ésta indagando en el propio proceso creativo. Otras veces, el personaje lucha por ampliar estos límites a través de su relación con el espectador, entablando una conversación directa con éste provocando un presente, un presente de complicidad entre ambos. Se genera un espacio atemporal entre su universo de dibujo y el del lector visual, en el que ambos son conscientes de la existencia uno del otro, pero no de sus límites. 
Ilustraciones en blanco y rojo, son vértigos, son dibujos sanguíneos. Dinámicos, que están circulando.

‘De Madrid al cielo’, una mirada a las esculturas de las azoteas de Madrid

Este proyecto forma parte de ‘Vértigos’. Se trata de una serie de postales que indagan sobre las esculturas de los tejados de Madrid. Sacando a la luz esa otra dimensión de la urbe que muchas veces nos es olvidada, dibujando un mapa diferente de la ciudad sobre nuestros tejados. Un rizoma por descubrir lleno de significados. En él, el personaje establece un discurso con cada escultura, revelando uno de sus misterios.