EL OMBLIGO DE VENUS

El ombligo de Venus II, 2021. Lápiz sobre papel, 14,8 x 21 cm.

‘El ombligo de Venus’ es el nombre de una planta que crece en las grietas de edificios en las ciudades. Guarda relación con las proezas de supervivencia a las que nos hemos tenido que enfrentar en los últimos tiempos, con el propio proceso de creación de Pepa Mora (Madrid, 1982; vive y trabaja en Granada, ciudad en la que se licenció en Bellas Artes) y con la temática de sus últimos dibujos.


El jeroglífico verdadero

Por Susana Blas

Viajamos con las nubes que se disgregan y oscurecen, cambiamos con ellas sin darnos cuenta, a tenor de su frágil dibujo condenado a la agonía antes de que nadie lo haya entendido. En las nubes, nunca en los papeles, está el jeroglífico verdadero. 
Carmen Martín Gaite, Nubosidad variable (1992)

La primera idea que ocupó mi mente cuando contemplé los últimos dibujos de Pepa Mora fue que esos frágiles trazos en lápiz azul se vinculaban con mi práctica meditativa y esa conexión me turbó, como si de alguna manera desvelaran algo mío. 

Escribía Carmen Martín Gaite que “en las nubes, nunca en los papeles, está el jeroglífico verdadero”, y puede tener razón: las nubes tienen una capacidad oracular única para dibujar las mutaciones del pensamiento. 

Durante la meditación percibo la mente como un papel blanco y poroso que, a mi pesar, va siendo ocupado por situaciones, personas y objetos inesperados que con perseverancia he conseguido observar con ecuanimidad. Curiosamente, desde mis primeras sesiones, fue habitual que esos recuerdos o preocupaciones aparecieran acompañados por formas vegetales: por alguna flor, por hojas, árboles o ramas… Quizá porque cuidar de mis plantas ha sido una de las pocas distracciones que me han rescatado de una vida entre libros. De manera misteriosa, lo vegetal se entrelaza con el despojamiento de la mente.

Observando los dibujos de Pepa Mora intuyo que algo similar a lo que dibuja debe de ser el paisaje de la mente sutil. Un territorio espacioso y luminoso como sus papeles, donde la calma y la transitoriedad se experimentan con naturalidad. 

Sus trazos, movidos por una suerte de automatismo, diseminan figuras que entrelazan elementos sin relación aparente y construyen una narrativa encriptada que cada uno activaremos a nuestra manera.

Las investigaciones teóricas de la artista sobre el arte bruto y las creadoras visionarias, lejos de complejizar su trabajo, considero que lo han depurado, lo han hecho si cabe más sutil.

Resulta paradójico que con una técnica tan sencilla (lápiz sobre papel) pueda expresarse tanta hondura.  El lápiz añade espontaneidad y el papel aporta, en mi opinión, la doble cualidad de fugacidad y consistencia. Siempre he pensado que el papel es el mejor soporte para encarnar las imágenes, para que éstas respiren. No en vano en la tradición japonesa la pintura evita marcos y cristales para que fluyan en ella el espíritu y la concentración. 

El ombligo de Venus I, 2021. Lápiz sobre papel, 14,8 x 21 cm.
Estaba atardeciendo. Pasaban unas nubes rosáceas que se movían sin sentir, que sin sentir mudaban el perfil, de consistencia y de color. Todas las formas que iban tomando, a cuál más sugerente, eran cuchilladas de fugacidad que clamaban por ser descifradas. Desde siempre, desde el principio de los siglos; un texto variable e infinito como el de nuestros viajes interiores.
Carmen Martín Gaite, Nubosidad variable, (1992)

Los dibujos de Pepa Mora son mapas cifrados, jeroglíficos verdaderos, una suerte de sutras, trazados desde la atención plena, de ahí que los relacione con la vida espiritual, entendida ésta como la exploración sincera de la conciencia. 

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Susana Blas es comisaria e historiadora de arte contemporánea, cuyos trabajos se despliegan desde centros como ‘La Casa Encendida’ de Madrid al festival ‘PHotoEspaña’ y el programa ‘Metrópolis’ de TVE.

Tacto y espejo, 2021. Lápiz sobre papel Hahnemühle, 29,7x 42 cm.

Alegorías de agua y leche, 2021. Lápiz sobre papel.